Es comprobable que, al contemplar una figura humana egipcia, con solo mirarle los ojos casi se desvanecen los demás colores y formas y toda la atención queda centrada en la mirada. Y lo mismo observamos en la pintura, en la que, siempre, aparecen las figuras con el tronco de frente y el rostro de perfil y en éste, los ojos negros y enormes.