Recorriendo el eje cafetero, ¿por dónde empezar?

Comenzar el recorrido del Eje Cafetero (uno de los rincones más pintorescos y aromáticos de Colombia) por la zona sur, desde Armenia, resulta ideal si se viene de Cali o Bogotá.

También es un punto de partida perfecto si se quiere vivir la experiencia de un tour enriquecedor por una finca cafetera. Aquí les contamos lo que ofrece la ciudad y sus alrededores.

¿Qué hay para hacer dentro de Armenia?

Si la comparamos con las demás urbes turísticas del país, puede que no le encontremos mucho encanto, sin embargo, posee lo suyo, y uno de los sitios que más nos encantó fue el Parque de la Vida (bautizado así en honor a las víctimas del terremoto de 1999), por solo $1,500 COP –USD $0,51– pudimos recorrer el sendero del Bosque Nativo, un paseo tranquilo en medio de los grandes árboles.

 

 

 

Llegamos caminando desde nuestro hospedaje, la distancia era corta y así aprovechamos para pasear por distintas calles de Armenia. Al regresar, hicimos una parada para darnos un pequeño gusto en el famoso Café Quindío, cuyos precios los percibimos asequibles.

¿Dónde hospedarse?

Pasamos varias noches en el hostel Wanderlust, el cual encabeza, hasta el momento, entre los mejores hospedajes que hemos estado.

Su gente es sumamente amable y alegre, cuenta con un patio grande, cocina amplia y las habitaciones, tanto compartidas como privadas –dormimos en ambas–, son cómodas y el wifi funciona de maravilla. El entorno en sí es acogedor, muchos viajeros extienden aquí su estadía; de seguro te ocurrirá lo mismo.

 

¿Qué hacer en los alrededores de Armenia?

Quizás una de las razones por las cuales escogimos esta ciudad como punto de partida, fue por los sitios que se pueden conocer en las cercanías, sobre todo si se quiere vivir la experiencia de hacer un tour enriquecedor por una finca cafetera.

El primer punto que visitamos fue Pijao, llegamos en bus, el cual parte cada 20 minutos desde la terminal de la ciudad. Nos montamos a las 10:00 Am, pagamos $6,100 COP –USD $2,07– cada uno y luego de sortear varias curvas durante una hora, descendimos en el pequeño y pintoresco pueblo, donde varias casas coloridas nos dieron la bienvenida.

Nuestra visita fue corta, aunque lo suficiente para apreciar el río desde un puente ubicado a pocas calles de la Plaza Principal y probar un helado de tres bolas en el Café Luqman por $2,000 COP –USD $0,68–.

Volvimos a tomar un bus al mediodía rumbo a Río Verde por $3,400 COP –USD $1,16– cada uno, allí esperaríamos otro que nos llevase hasta Buenavista, uno de los rincones que más nos impactó del Eje Cafetero por la historia que descubrimos.

Tour en Finca Cafetera

Al bajarnos del transporte, fuimos recibidos efusivamente por Don Leo, el propietario de la finca la “Alsacia”, con quien haríamos el tour del caficultur. Alrededor del Eje Cafetero muchas fincas ofrecen tales recorridos, sin embargo, recomendamos este debido a la historia real que cuenta su dueño, siendo él uno de los protagonistas principales.

Incluso uno de los chicos que nos acompañó –un viajero de Suiza–, al finalizar la visita mencionó que había hecho otro tour, y este superaba enormemente al anterior.

Arrancamos a las 02:00 Pm caminando en dirección a su finca. Nos preguntó acerca de qué nos gustaría escuchar durante el recorrido, todos coincidimos en que nos contara sobre el proceso y la producción del café colombiano.

 

Aunque también había un hecho que era difícil pasar por alto, más aún cuando los más perjudicados fueron los campesinos, los cafeteros, Don Leo y cientos de jóvenes de aquellos años oscuros.

Se giró para vernos de frente, y mientras caminaba de espalda, inició la narración diciendo que la bonanza se dio en 1976, y en la época de los ochenta, empezó a crecer la guerrilla. Muchos jóvenes se unieron (tenían entre 10 a 15 años) porque estaban inconformes con el pago de los hacendados; las cosas subían de precio y a ellos les seguían pagando una miseria, el sueldo no les alcanzaba.

Los guerrilleros raptaban a niños, se apropiaban de tierras, trataban pésimo a los recolectores. Don Leo tuvo que huir (al igual que cientos de campesinos). Dijo que a manera de solución inmediata, surgieron las Autodefensas para combatir a la guerrilla, aunque con el paso del tiempo se volvieron peores, más sanguinarios.

Miles de inocentes murieron, si no estabas con un bando, se interpretaba que apoyabas al otro. Para sobrevivir, Don Leo tuvo que trabajar como recolector de hoja de coca hasta que subió de rango, convirtiéndose en químico (el experto que sustituyó murió de una grave enfermedad) en un laboratorio de droga ubicado en medio de la selva.

Hasta que una madrugada escapó en solitario. Montó una miscelánea –tienda– y prosperó. Aunque su sueño siempre fue tener su propia finca, donde su principal característica sea tratar dignamente a todos los recolectores de café; en poco tiempo lo consiguió.

Cuando quiso vender sus sacos a la Federación –de café–, el pago obtenido representaba una baja cantidad, más bien una miseria, no llegaba a cubrir ni la inversión. Regresó con el alma y la moral arrastrada por el piso. Incluso un pensamiento inundó su cabeza: “debía volver a recolectar hojas de coca para ganar bien”.

Su hijo (durante nuestra visita estaba cursando sus estudios en Chile) lo animó a no rendirse. Organizaron una feria, invitando a todos los cafeteros de la zona a concursar, entre la votación, su café quedó como el de mejor calidad y sabor. El premio consistía en poseer la única licencia para vender en la cafetería Éxtasis, ubicada en la Plaza Principal de Buenavista.

 

 

Luego, más contento y con nuevas energías, empezó a dar los tours por su finca cafetera junto a un socio, quien a la larga terminó estafándolo (cobraba $65,000 pesos a cada turista, quedándose con la diferencia cuando el precio pactado era $20,000). El impostor se marchó, pero los viajeros continuaron llegando y Don Leo siguió ofreciendo el recorrido por cuenta propia; era lo que amaba hacer

Mientras nos comentaba estos hechos, nos mostraba ciertas plantas que años atrás les habían dado distintos usos, los mismos que hoy en día han sido olvidados, como la que servía para envolver los alimentos (antes de la llegada del plástico), la ortiga, otras servían para calmar la sed, alimentarse, barrer, entre otras utilidades.

 

Al llegar a su finca nos dio la bienvenida con un sello natural en el brazo, hecho con una pequeña planta. Tenía frutas y vegetales sembrados de manera orgánica. Agarramos unos guineos –banano– directamente de la mata, el sabor natural era insuperable. Nos enseñó los distintos tipos de café. El Premium –sobrepasa en sabor y aroma al de los supermercados– se lo vende a los turistas que realizan el recorrido (la licencia para exportar es cara y difícil de sacar).

 

 

 

 

Luego de probar un plato típico colombiano acompañado de un café caliente, nos dedicamos a contemplar los colores que se formaban en el cielo mientras desaparecía el sol detrás de las montañas, hasta que llegó la hora de despedirnos de la finca Alsacia.

El regreso también lo hicimos a pie, esta vez el cansancio fue notorio, ya que íbamos de subida. Estaba la posibilidad de llamar por teléfono a un Willy (jeep) para que nos transportara, costaba $15,000 COP –USD $5,10– el vehículo. Preferimos andar sin prisa.

Recogimos las mochilas grandes en un supermercado –las guardamos ahí para no cargarlas durante todo el tour– antes que cerraran sus puertas y tomamos el último bus hacia Armenia a las 07:30 Pm.

Datos Útiles

Es posible pasar la noche en la finca de Don Leo por $30,000 COP –USD $10,20– por persona. Cuenta con wifi y un atardecer alucinante. Las estrellas durante la noche deben ser un espectáculo porque hay pocos alumbrados en el sector.

El tour del caficultur cuesta $30,000 COP –USD $10,20– e incluye un plato de comida con uno de los mejores café de Colombia al finalizar el recorrido. Desde el hostel Wanderlust se puede reservar.

 

 

 

 

 

 

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