Cuando te inculcan el miedo a viajar

Samir y Andrea, una pareja que se dedica a viajar y narrar sus experiencias en relatos y fotografías. Desde hoy se unen a nuestra comunidad contándonos sus historias a lo largo de 15 meses en sus travesías por Sudamérica. Esperan recorrer nuevos destinos porque saben que en cada lugar, hay una historia que espera ser contada. Sigue sus historias a partir de hoy en Inti…

Si hubiéramos hecho caso a todas las advertencias y miedos que nos llovieron encima antes de viajar, no tendríamos un año lleno de nuevas experiencias y enriquecedoras aventuras

Afirmar que vivimos en un mundo donde todos somos felices y la maldad escasea en las calles, sería exagerar de la misma forma que lo hacen los medios de comunicación. Imposible negar los hechos desvastadores que ocurren en muchos países; las tasas de criminalidad, asesinatos y violaciones suben sin control según los informes periodísticos. No es para tomarlo a la ligera, pero tampoco se trata de vivir en estado de pánico.

Empecemos por lo básico, ¿a qué viene este artículo? Sin duda no pretendemos inculcar el miedo a los futuros viajeros, sino todo lo contrario. A diario, o por lo menos pasando cada dos días, se nos presenta la ocasión de contarle a alguien nuestra historia; cómo viajamos, por qué lo hacemos, cómo nos financiamos, etc. Al final, luego de un prolongado “Ahh”, viene la pregunta más deliberada que nos gusta contestar: “Y ¿no tienen miedo de que les pase algo?”.

 

Vivimos en un ambiente que respira temor por donde sea que veamos, nos transmiten miedo a toda hora y en cada canal. Las peores noticias son las que más venden. Abres el diario y el 85 % son titulares negativos, ahora entras a las redes sociales y la mayor parte de las publicaciones (provenientes de medios de comunicación) suprimen los temas positivos.

Como mencioné anteriormente, sería absurdo decir que estamos viviendo en un mundo de fantasía, pero debemos entender que la realidad no se basa únicamente en lo que se anuncia por televisión. Es difícil cambiar nuestro ‘chip’ tan rápido, antes de salir de viaje teníamos la cabeza llena de dudas y temores, sobre todo por la inseguridad. Si piensas ir a tal lugar, escucharás frases como: “¡ten cuidado!”, “mejor no vayas”, “la gente afuera es muy mala”. El otro día, conversando por celular con un señor paraguayo, dijo: “Tengan cuidado por esa zona de la ciudad. ¿Sí vieron por las noticias cómo la gente se mata sin compasión? Aquí no hay leyes que se respeten”.

Llevábamos varios días por la capital, ya habíamos caminado a distintas horas desde la casa donde nos hospedábamos hasta el centro. En ningún momento nos sentimos amenazados ni nos vimos en peligro. ¿Tuvimos suerte?, ¿Fuimos afortunados? Llámalo como desees, nosotros preferimos decir: Usar el sentido común.
Así sea que vayamos al pueblo más tranquilo del mundo, con muy pocos habitantes y nos digan: “aquí no pasa nada”. Hasta el punto de dejar la mochila dentro del auto sin que se la roben, tomamos las mismas precauciones que si estuviéramos en nuestra ciudad. Las mochilas pequeñas van siempre con nosotros, prohibido andar con el celular a la mano y la cámara colgada al cuello. Ver cualquier anomalía alrededor antes de sacar una foto.

 

 

Vivimos precavidos y no con miedo, somos conscientes de que un robo puede ocurrir viajando al otro extremo del mundo como al salir hacia la esquina de nuestra casa. Confiamos en las personas pero sabemos que, no en todo lugar, una sonrisa en el rostro significa buen recibimiento.
Si a primera instancia la actitud o la situación se torna tensa y nos transmite desconfianza, partimos enseguida. Utilizamos nuestros códigos citadinos para alertarnos, por ejemplo, Andrea puede decir: “Once con el de rojo” (Cuidado con el señor de camisa roja, mantente alerta).

 

 

En cierta ocasión un tipo trató de aparentar ser amable para ver lo que teníamos en los bolsillos, desde el primer segundo percibimos sus intenciones. Usó la típica frase para conocer el modelo de tu celular: “¿Qué hora tienen?”. Éramos 6 personas en aquel cerro poco turístico de Valparaíso. En seguida permanecimos atentos, desde el reloj de plástico que cargaba en la muñeca izquierda le dije la hora.
Estábamos aguardando a que abrieran la puerta de un museo, él aseguraba esperar lo mismo desde hace varias horas, se empeñaba en decir que los encargados habían salido y demorarían en regresar. Cuando de pronto sonó el timbre y la puerta se abrió, el tipo se esfumó, supo que lo habíamos descubierto.

Los transeúntes nos advirtieron al subir: “Mejor guarden las cámaras aquí”, “no saquen los celulares por este sector”. Consejos de tres personas distintas, en un lapso menor de un minuto, es razón suficiente para percatarte de que no estás en el mejor lugar.

 

 

Tampoco se trata de ir con miedo a cada sitio que visitas. Si únicamente te la pasas pensando en que te van a robar, es muy probable que suceda. Jamás vamos con esa mentalidad. Simplemente andamos precavidos, notando si las casas llevan rejas y alambrados grandes, si las despensas atienden a través de una ventanilla, si las personas sacan sus celulares o cargan auriculares. Son maneras de analizar el entorno.

 

 

Volviendo a la pregunta, respondemos: No, no tenemos miedo de que nos pase algo malo. Tememos a perder la oportunidad de conocer un magnífico lugar a causa de los sermones de la gente que nunca antes ha estado allí, o peor aún, creer fielmente en lo que muestra la televisión.
El miedo va a estar presente siempre; en cada decisión que tomes, en cada paso que des, en cada lugar que apuntes sobre el mapa, pero eso no debe ser pretexto para quedarte quieto y no hacerlo. Siendo precavido y tomando en cuenta lo que anuncia tu intuición, podrás moverte y viajar seguro por donde quieras ir.

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